miércoles, 26 de noviembre de 2008

El largo y frío invierno


Ya está aquí. Para mi el invierno es un reto. Los hombres (bueno, los chicos, que aun no soy tan mayor) no llevamos bien el invierno. Sobre todo el primer invierno que pasas fuera de casa, sin tu mamá. He descubierto ciertas cosas que quiero compartir con vosotros para que no os pille infraganti como a mi. Primero está lo de ducharse. En invierno, la ducha, no mola. Pasas frío al desnudarte para entrar y ya no digamos para salir (de ahí que en invierno las duchas sean eternas, por alguna razón te cuesta asumir que ya estas limpio). Tras las duchas de invierno es cuando podemos ver nuestra habilidad para vestirnos en el menor tiempo posible, con esa siempre agradable sensación de dolor cuando los pezoncillos, convertidos ahora en agujas, rasgan por dentro la camiseta de Abanderado del todo a 100 que has decidido poner por dentro del jersey (todo glamour). Si en ese momento, en el que además el suelo (bajo 0) te da esa punzada gélida en los pies, te dieran una patada en los cojones, probablemente ni la notarías. En invierno resulta que hay que cambiar las sábanas habituales y poner unas más gordas. Ese tejido, amigos, se llama franela. Se diferencian porque son más suaves y porque es más difícil quitarles la mierda cuando se manchan. Si las habéis guardado de un año para otro seguramente hayan cambiado su blanco habitual por un color amarillento poco favorecedor. Si vivís solos os dará igual. Si vivís con vuestra novia comprareis otras (vosotros querréis las más baratas pero ellas os dirán que las baratas amarillean, así que comprareis las caras: al año siguiente por supuesto estarán amarillentas, discutiréis con vuestra novia… y de nuevo comprareis las caras). También está lo de la funda nórdica. Que son geniales, pero cuando lo grueso que llevan dentro se mueve, ningún chico es capaz de colocarlo en su lugar original, y se convierte en una especie de cúmulo de bollos que, de todas formas, abriga. Otra característica de la funda nórdica es que tienen una parte de arriba y una parte de abajo, aunque eso, los chicos, no lo saben. La última vez que mi novia vino a mi piso me advirtió que estaba poniendo mi cabeza donde van habitualmente los pies. También está lo de los calcetines, que en el caso de los chicos no es ningún cambio, porque llevamos calcetines de invierno todo el año. Ningún chico que se precie usa calcetines finitos en verano. Esos son solo para bodas y entrevistas de trabajo. Luego están esos calcetines de lana que te regala tu abuela que normalmente usas como zapatillas, tanto en invierno como en verano, hasta que pierdes uno de los dos. Lo lógico sería tirar el que queda, pero los chicos lo guardamos debajo de la cama, junto a los juegos de mesa de los que perdimos los dados, las pilas usadas, las revistas caducadas y las cartas sin abrir del banco. Luego está lo de la “ropa de invierno”. Por mucho que crezcas este concepto sólo lo domina tu madre y, con el tiempo, tu novia. Aquí siempre surgen discusiones del tipo: “Sé que esta camiseta es de verano, pero me gusta y no quiero que me la guardes, por favor”. “Vale, no te la guardo”. Y una mierda… En cuanto te despistes hará compañía a las chanclas y los bañadores en el trastero. Y olvídate de subir (o bajar, según tu vivienda) al trastero a buscarla; encontrarás de todo menos esa camiseta: botellas de whisky DIC mediadas que sobraron de tus fiestas de cumpleaños, candelabros, un patinete con las ruedas que ya no ruedan y, por supuesto, todas las camisetas de verano menos la que te gusta, es decir, las de propaganda. Todos los inviernos estas a punto de comprarte una de esas gorras que cubren las orejas por la broma, y siempre haces el chiste al probártelas en la tienda y decir que pareces un leñador, pero nunca la compras; pero por algún misterio de la vida, en verano, en el trastero, siempre que subes a buscar una camiseta de invierno que te gustaba y que no querías que te guardaran te encuentras una de esas gorras (y ropa de invierno de propaganda, es decir, jerseys de Jameson o J&B… y por supuesto candelabros). En invierno las chicas nos dicen cosas raras, como: “Me encanta que llueva y haga frío, para que nos quedemos en casita abrigaditos y oigamos la lluvia” (son así de románticas). Los chicos preferimos que haga buen tiempo, porque así tenemos, aparte de la opción de quedarnos, la de salir (somos así de prácticos), pero nunca lo mencionamos, simplemente os decimos: “¿verdad que sí?, lo vamos a pasar genial”, porque para un chico, quedarse en casa con su novia, significa un incremento de las probabilidades de echar un polvo (de nuevo, somos así de prácticos). En invierno ponen Wilow (o como se escriba). Y, para los más pequeños: que no os engañen, los reyes magos existen, lo que pasa es que murieron hace más de 2000 años y por eso os compran los regalos vuestros padres (no quisiera yo quitarle la magia a estas fiestas).

Y para terminar os dejo con algo más serio (aunque siempre con la chispa del humor). El tema del matrimonio entre homosexuales esta en la boca de todos y más de una vez me han pedido mi opinión. La verdad es que yo lo tengo bastante claro; tan claro como Ellen Degeneres, cómica de alto rango, y poseedora del título de lesbiana más popular de Estados Unidos. En menos de 3 minutos os va a explicar lo que a mi me llevaría un par de soporíferas horas de debate.

viernes, 14 de noviembre de 2008

¿Cuánto vale tu vida?


No voy a decir que no me dolió la muerte de los dos soldados españoles en Afganistán ni mucho menos. Mi más sincero pésame a sus familias. Pero eso no evita reflexionar ante la hipocresía que se esconde tras este tipo de noticias. ¿Cuánto vale la vida de una persona? Me he puesto a pensar y creo que la vida de una persona tiene un valor directamente proporcional al Producto Interior Bruto de su país de nacimiento y/o residencia. Esto explica que por ejemplo se escuchen noticias como esta: “3000 muertos en un terremoto en Indonesia, entre ellos 3 turistas alemanes, un español y dos norteamericanos”. Noticias del estilo se leen a menudo en los periódicos (cada vez que hay un terremoto en Indonesia, es decir, a menudo). Es como decir que han muerto 2994 mindundis y 6 personas “de valor“. Aquí han muerto 2 soldados y todos los líderes mundiales han llamado a nuestro presidente para darle sus condolencias. En el Congo mueren cientos todos los días y la ONU aun hace poco que se dignó en ir por allí a ver qué coño pasaba. Me pregunto si en El Cielo (si es que existe, pero eso es otra pregunta diferente) usarán los mismos criterios que gobiernos y noticiarios. Es decir, que me imagino a San Pedro en la puerta del tugurio, cual portero de discoteca, pero en vez de largar a la peña por llevar calzado deportivo sería en plan: “Lo siento Obikwelu, con ese PIB no pasas. De paso que te marchas dale la buena noticia a Mkudo, el último yacimiento de diamantes descubierto en Sudáfrica le ha puesto en el Top 20 del PIB mundial, así que ya puede salir de la cola de los gorrinos y pedir una entrada con consumición”. Viendo como gestiona el planeta no me extrañarían nada este tipo de procedimientos por parte del Creador. Y ya poniéndome a investigar he deducido (y a datos contrastados me remito) que mi vida vale la mitad que la de un noruego y tres veces la de un brasileño. Pero si lo que quiero es fardar he de decir que para gobiernos y noticiarios (y, quien sabe si para San Pedro) mi vida vale 30 veces más que la de un ruandés y 100 veces la de un congoleño. Este tipo de cosas te hacen valorar un poco más tu vida y darte cuenta de que por lo menos, si un terremoto te sorprende de vacaciones en Indonesia, el mundo entero se acordará de ti, como un héroe entre 3999 pobres desconocidos, simplemente porque has nacido aquí, y a pesar de que la catástrofe te pillara desnudo en el hotel compartiendo fluidos sexuales con una cabra autóctona. Porque el mundo no entiende de personas; entiende de PIBs, entiende de dinero.

Y todo esto me recuerda a la ya olvidada (e irónicamente inconclusa) guerra de Irak, donde los soldados de ambos bandos tenían vidas de valores desproporcionadamente dispares. Todos vimos esos lujosos funerales de soldados yankis y las fosas de tierra donde amontonaban a los irakíes. De esta guerra y de otras cosas os habla Bill Hicks en este video que os dejo. Aclaraciones: Ted Turner es el fundador y “dueño” de la CNN, el canal de noticiarios más popular en USA (y en prácticamente el mundo entero) y está casado con Jane Fonda (actriz y profesora de aerobic televisiva ocasional).